segunda-feira, 16 de julho de 2018

Oración Dedicatoria de Sudamérica

Elder Melvin J. Ballard, del Quórum de los Doce

Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. En el nombre de Jesucristo, tu Hijo bien amado, nosotros tus siervos, nos acercamos a ti en esta hermosa mañana de Navidad, en este lugar apartado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina Sudamérica,  en una tierra muy distinta de nuestro hogar en las montañas, pero en un país al cual tú has llamado como una parte de la tierra de Sión.
Estamos muy agradecidos por nuestra llegada a salvo, después de un viaje de 21 días sobre los mares, sin un momento de enfermedad. Nosotros reconocemos que Tú atemperaste los elementos para nuestro bien, y que tu cuidado protector ha estado sobre nosotros en nuestros viajes, tanto en tierra como en el mar. Y por la salud y fuerza para obrar por ti y por tu causa.
Estamos muy agradecidos de haber sido escogidos por tu siervo, el Presidente Heber J. Grant, para venir a esta gran tierra de Sudamérica, para abrir la puerta para la predicación del Evangelio a todos los pueblos de las naciones sudamericanas; para buscar la sangre de Israel que ha sido tamizada entre las naciones gentiles, muchas de las cuales, influenciadas por el espíritu de recogimiento, se han congregado en esta tierra.
Pon tu Espíritu en sus corazones, para que puedan recibirnos, como mensajeros verdaderos enviados de Dios, para su salvación.  Ayúdanos a obrar por ellos con el mismo Espíritu en nosotros que tuvo Aquel que amó tanto a los hombres que murió por ellos, que podamos efectivamente “llamar, persuadir e invitar” a los hombres a venir a Cristo. Te agradecemos por los pocos que nos han recibido y por aquellos por los que tuvimos el gozo de llevar a las aguas del bautismo en esta tierra.  Que puedan ellos ser los primeros frutos de esta gloriosa cosecha.
Rogamos que podamos tener la oportunidad de presentar a la gente el mensaje que Tú nos has enviado a entregar, a saber: Que ángeles enviados por ti, han visitado la tierra en esta Dispensación, trayendo al hombre nuevamente al Evangelio Sempiterno.  Que Juan el Bautista visitó al Profeta José Smith, sobre quién confirió la autoridad para bautizar. Que Pedro, Santiago y Juan lo ordenaron apóstol del Señor Jesucristo y lo invistieron con las llaves del Santo Sacerdocio, con la autoridad para bautizar con fuego y con el Espíritu Santo y para organizar la Iglesia de Jesucristo nuevamente sobre la tierra. Y que Moroni, tu antiguo profeta de los americanos, visitó a José Smith y entregó en sus manos las planchas conteniendo una historia de los primeros habitantes de esta tierra.  Y por tu poder, José Smith tradujo los caracteres de las planchas de las cuales obtuvo el Libro de Mormón.
Y que él fue visitado por ti y por tu Hijo amado, quien confió en las manos de José una grande y nueva Dispensación del Evangelio para toda carne. Estamos tan agradecidos de ser los portadores de estas buenas nuevas de gozo para los pueblos de las Naciones Sudamericanas.
Y también rogamos que podamos ver el comienzo del cumplimiento de tus promesas contenidas en el Libro de Mormón para los Lamanitas de estas tierras quienes son descendientes de Lehí, millones de los cuales residen en este país. Ellos han sido oprimidos por tiempo y han sobrellevado aflicciones y sufrido por causa del pecado y la transgresión,  aún como los profetas del Libro de Mormón lo predijeron. 
Pero tú inspiraste a estos profetas que prometieran a  sus descendientes que sacarías a luz, en los últimos días, los registros de sus padres; y que cuando esos registros fueran presentados a sus hijos, ellos  comenzarían a creer y cuando hicieran esto, Tu favor volvería a ellos, y entonces Tú recordarías las promesas hechas a sus padres, que si sus descendientes se arrepintieran y recibieran el Evangelio, comenzarían a ser prosperados y bendecidos sobre la tierra y nuevamente volverían a ser una gente pura y deleitable. ¡Oh! Padre, que tu Espíritu obre sobre ellos y les manifieste la verdad de estas cosas, a ellos como a nosotros y tus siervos que te seguirán, darán testimonio de tus preciosas promesas a esta rama de la Casa de Israel.
Padre, bendice tu Iglesia en toda la tierra; continúa guiando a aquellos a quienes  Tú has llamado para dirigirla con la sabiduría y el poder de llevarla adelante para cumplir  su  gran misión en la tierra. Sostén a tus siervos que trabajan como misioneros en todas partes del mundo, que ellos puedan tener la oportunidad y el poder de advertir a todos los hombres que la hora del juicio se acerca y que Tú has ofrecido a través del Evangelio, un medio de escapar de las calamidades que vendrán sobre toda carne, a menos que se arrepientan.
Recuerda en misericordia la “Esperanza de Israel”, la juventud de tu Iglesia que deberá llevar las responsabilidades del futuro, que ellos puedan mantenerse limpios y puros de los pecados del mundo; que ellos puedan ser hallados dignos de su herencia y llegar a su glorioso destino.  Bendice a aquellos que son sus pastores, los vigías sobre las torres de Sión, que puedan guardar bien el rebaño y ser capaces de alimentar con el pan de vida a las ovejas y los corderos.
Presentamos para tu amable consideración a los miembros de nuestras propias familias, de quienes estamos separados, quienes ahora y en el pasado, han sacrificado mucho para que nosotros podamos llevar el Evangelio a los hijos de los hombres.  Que la salud y la vida alcance a cada uno, y que el buen ánimo que tu Espíritu trae esté con ellos y por sobre todo aléjalos del pecado, y bendícelos con la fe en ti y en tu Evangelio.
Bendice a los presidentes, gobernantes y los líderes de estos países de Sudamérica, que ellos puedan recibirnos amablemente y darnos permiso para abrir las puertas de la salvación a la gente de estas tierras. Que sean bendecidos al administrar los asuntos de sus varios cargos, que mucho bien pueda llegar al  pueblo; que la paz pueda estar sobre estas naciones que Tú has hecho libres a través de tus bendiciones sobre los valientes libertadores de estas tierras; que la rectitud pueda predominar, y la libertad plena para la predicación de tu Evangelio prevalezca.  Detén el poder del mal para que no triunfe sobre tu Obra sino que todos tus enemigos sean sojuzgados y que tu verdad sea triunfante.
Y ahora, ¡Oh Padre! por la autoridad de la bendición y asignación de tu siervo, el Presidente de la Iglesia y por la autoridad del Santo Apostolado que poseo, doy vuelta a la llave y abro la puerta para la predicación del Evangelio a todas estas naciones sudamericanas y reprendo y ordeno que sea detenido cada poder que se oponga a la predicación del Evangelio en estas tierras. Y bendecimos y dedicamos estas naciones y esta tierra para la predicación del Evangelio.  Y hacemos todo esto para que la salvación pueda llegar a todo hombre y que tú nombre sea honrado y glorificado en esta parte de la tierra de Sión.
Ayúdanos a traer a los hombres a ti  y  a tu Hijo y apurar el día cuando Él venga a regir como Rey de Reyes y Señor de Señores.  Y por todas tus bendiciones,  las cuales traerán  éxito a nuestras labores, atribuiremos honor y poder y gloria a ti por siempre jamás. Amén.




La oración fue registrada en el libro histórico de la Misión Sudamericana y publicado en la revista Improvement Era, Tomo 4, Abril de 1926, p. 575-577. Del original se hizo una traducción al español por el Élder Cargos Agüero, Setenta de Área (Área Sudamérica Sur) en enero del 2000, publicada en Conmemoración del inicio de la predicación del evangelio en Sudamérica, Néstor Curbelo, p. 4-7.
Véase tambien: Dedicación de Sudamérica al Evangelio. Artículo del Área Sudamérica Noroeste. Disponible en: http://www.iglesiajesucristosud.org/historiadelaiglesia/noticias/dedicacion-de-sudamerica-al-evangelio

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